martes, 10 de octubre de 2017

Puntazo de bádminton

Atención al eterno punto que disputan estos dos jugadores de bádminton. Acabarían realmente agotados...

 

domingo, 8 de octubre de 2017

La bicicleta cumple 200 años

El barón alemán Karl Freiherr von Drais, hijo de un juez del Tribunal Superior de Baden, trabajaba como inspector forestal, pero en su tiempo libre se dedicaba a la física y la matemática, siempre en busca de inventos con los que revolucionar la vida de principios del siglo XIX. Una de sus mayores aspiraciones era inventar un sustituto al coche tirado por caballos, cuyo uso se había encarecido enormemente por el alza de los precios del forraje tras varios años de malas cosechas y a la hambruna que había deizmado la población equina. El 12 de junio de 1817, hoy hace exactamente 200 años, realizó un recorrido entre las localidades de Mannheim y Schwetzingen montado en un artefacto de su propia creación y que constaba de una rueda delantera y otra trasera, ambos de madera y unidas por un cuadro con sillín y un manubrio. Todavía no tenía pedales y no se llamaba bicicleta, sino Laufmaschine –Máquina andante–, pero fue capaz de recorrer los 15,7 kilómetros en menos de una hora y a una velocidad de 15 kilómetros por hora, mayor que la que alcanzaba la diligencia. El viaje de prueba transcurrió sin incidentes y Drais fue recibido a su llegada entre aplausos y cierto escepticismo, porque nadie podía prever entonces que la bicicleta llegase a convertirse en un verdadero medio de transporte.

Aquel artefacto de unos 20 kilos de peso carecía todavía de pedales y el conductor se impulsaba con los pies y se dejaba rodar. Los habitantes de Schwetzingen lo encontraban bastante cómico y las viñetas en la prensa ilustrada de la época dejan constancia de la recepción un tanto burlona del invento. Pero en 1818, Drais recibió un privilegio del Ducado, lo que hoy en día sería una patente, y posteriormente permisos de fabricación y comercio en Prusia y en Francia, donde registró los derechos sobre su invento denominándolo «Draisina». Y en cuanto la bicicleta comenzó a acortar tiempos y trayectos, puesto que no necesitaba caminos tan anchos como los coches de caballos, ya no hubo quien pudiera pararla.
Documentos de la época recogen los argumentos con los que Drais trataba de demostrar al público en ferias y mercados de las ventajas de su «máquina andante» y las ventas comenzaron a reportar beneficios, pero el pionero alemán se encontró con dos obstáculos que acabaron con todas sus ganancias. El primero fue que había obtenido una patente de diez años, de modo que cuando las ventas de la bicicleta comenzaron a remontar, su fabricación y comercialización eran ya libes. El segundo fue que los años de malas cosechas pasaron, aumentó el número de caballos a disposición del transporte y en la calle y en las vías ferroviarias comenzaron a circular más y más vehículos a vapor. Las viejas tradiciones y la incipiente era industrial formaron una especie de bocadillo en el que el futuro de la bicicleta parecía quedar atrapado y en el que la economía de Drais tuvo que enfocarse a otros inventos para permitir la subsistencia.
En años posteriores, Drais desarrolló una máquina de escribir de 16 letras, la precursora de la dactilográfica, renunció a su título de barón por sus simpatías hacia los fracasados movimientos revolucionarios democráticos de 1848 en Alemania y murió sumido en la pobreza en 1851. Pero su invento le sobrevivió y siguió creciendo con el tiempo. En 1839, el herrero escocés Kirkpatrick Macmillan le incorporó pedales de metal y los franceses Pierre y Ernest Michaux, que presentaron en la Exposición mundial de París en 1867 un velocípedo con propulsión delantera, le dieron un definitivo impulso. En 1879, el británico Henry John Lawson incorporó la propulsión por cadena para la rueda trasera y en 1885, su compatriota John Kemp Starley patentaba la primera bicicleta con un sistema de cadena integrado a las dos ruedas, frenos y gomas con cámara de aire desarrollados por el irlandés John Boyd Dunlop. La bicicleta estaba ya lista para pasar a convertirse en un medio de masas.
Pocos años más tarde, en 1903, se celebró la primera edición de la carrera ciclista más conocida del mundo, el «Tour de France». El francés Maurice Garin se adjudicó la competición disputada en seis etapas y con un recorrido de 2.428 kilómetros, lo que dejo claro que pedaleando se puede llegar a donde uno se proponga.
Hoy en día la bicicleta es un imprescindible del ocio y del deporte, pero también un medio de transporte habitual para muchos alemanes. En Alemania hay 78 millones de bicicletas y una población de 80,5 millones de habitantes. Según datos de la asociación Fahrrad.de, que lleva a cabo cada dos años una amplia encuesta sobre el tema, el 40.2% de la población usa diario la bicicleta; el 49.5% la utiliza por lo menos una vez a la semana; y el 7.2% una vez al mes. Quienes la usan a diario declaran la bicicleta como su principal medio de transporte y la asociación señala que entre los escolares su uso es bastante generalizado. De la mitad de los alemanes que no la usa como transporte principal, el 25.3% lo hace con su familia para paseos en el tiempo libre y el 18.9% para hacer deporte.
Fuente: ABC (Rosalía Sanchez)